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La corte del faraón

Miles de periodistas trabajan en gabinetes y medios de comunicación de instituciones públicas en España. En esencia, su función en los gabinetes ha de ser la de convertir a la institución en noticia y facilitar la tarea a los medios, y en los medios acercar a los ciudadanos de sus respectivos municipios y comunidades a su realidad más próxima, contando objetivamente la tarea que realizan sus gestores y representantes políticos.

La realidad, en demasiados casos, es otra. Muchos, bastantes de ellos, trabajan en condiciones precarias, con salarios muy bajos, jornadas laborales excesivas y presiones constantes para lograr que el medio esté al servicio de la imagen de su principal responsable o del partido que lo gobierna y, en estos casos, la objetividad no importa, la profesionalidad tampoco, y se les obliga a poner su profesión al servicio de los intereses de quienes les contratan y les pagan.

A muy pocos les importa que ejerzan como verdaderos profesionales, mediadores entre la institución y el ciudadano, y que sean profesionales libres y eficaces que saben hacer muy bien su trabajo porque tienen formación y experiencia suficiente para ello.

Son la corte del faraón. Llegan a su puesto de trabajo con el político y el partido que gobierna y cuando hay elecciones, son los primeros en ir a la calle si la institución cambia de signo político. Son como los esclavos del faraón, que tenían que ir a la tumba con él cuando abandonaba su reino en este mundo. De nada vale que sean excepcionales técnicos y que su experiencia vaya a ser más que positiva para quienes llegan al nuevo equipo de gobierno. Serán sustituidos por otros periodistas “de confianza”, sin juicio, sin balance de gestión y sin consideración alguna.


Cuando llega una campaña electoral tienen un estrés añadido al de los demás. A la tensión por el trabajo que les corresponde y le imponen, se añade el que les supone la incertidumbre por desconocer cual será su futuro días después de que los ciudadanos hayan votado a sus representantes en las urnas. Son precarios en un mundo de precarios. Da igual que hayan sido buenos, leales y efectivos.


Han pasado las elecciones generales y municipales. Ahora, en Andalucía y Asturias serán las autonómicas y, posiblemente, volvamos a ser testigos del entierro de faraones con su corte de periodistas. Posiblemente muchos tendrán que abandonar su puesto de trabajo y dar paso a otros periodistas que volverán a trabajar demasiadas horas, cobrarán poco y harán funciones de periodistas, publicista, relaciones públicas y redactor de discursos, armados desde la mañana a la noche de un o dos móviles que, en cuanto suenen a cualquier hora, les obligarán a ponerse en marcha para atender las demandas de quien les paga… Pero también, vivirán con la incertidumbre de que dentro de cuatro años, a lo mejor, ellos igualmente irán a la calle.


Nadie piensa en despedir a ningún otro profesional, sea bombero, jardinero, administrativo o electricista. Solo los periodistas contratados para una institución han de inmolarse y acompañar al faraón hasta la tumba. Es su sino. Es el coste que han de pagar por ser considerados periodistas “de confianza” en vez de profesionales del periodismo. La libertad de expresión, el empleo y la democracia sufren las consecuencias. Habrá que seguir manifestándose exigiendo poder ejercer un periodismo digno.

Rafael J. Terán

Presidente de la Asociación de la Prensa de Huelva

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