De vez en cuando, muy de vez en cuando, la vida vuelve a reconciliarme con esta profesión de contar las cosas. No crean que me ocurre solamente a mí. El desasosiego, el desánimo, la incertidumbre, la indiferencia si me apuran, están cundiendo demasiado entre los periodistas últimamente. Incluso, más de un valioso plumilla, de esos de casta, de los que hacen falta; me asegura que se está planteando seriamente dejar este oficio tan valioso, tan necesario, tan imprescindible en una sociedad que se considere a sí misma justa y democrática No les extrañe. Los periodistas, también los de aquí, esos con los que se cruzan ustedes por la calle, cargados de cámaras, trípodes, grabadoras, y que tanto desprecio les pueden llegar a provocar, tienen que encontrar la llave que abra los sutiles grilletes que les encadenan: las malas condiciones laborales, los bajos salarios, los contratos en precario, los chantajes económicos y políticos y la amenaza constante del despido.
Luchan contra todo ello cada minuto para llevarles un tesoro que ustedes no se pueden permitir perder: una información libre y veraz.
Para todo ellos, para mis compañeros, porque se merecen de vez en cuando una buena noticia, y para todos ustedes, les cuento esta historia. Es una historia de tesón, de aguante, de dignidad y, sobre todo, de libertad. El protagonista se llama Miguel Galván Gutiérrez, y él sí que ha llevado grilletes de verdad. Exactamente desde el año 2003. Fue uno de las 75 personas encarceladas en la llamada Primavera Negra de Cuba. A Miguel le detuvieron en su casa. Le hicieron un juicio que duró 10 horas, rodeado de un centenar de policías custodiando el Tribunal. Fue tan grande la operación, que a los vecinos, alarmados por el desembarque policial, les dijeron que se trataba de un juicio por el asesinato de cinco personas Lo cierto es que Miguel Galván, ingeniero, empresario y periodista, es culpable de un único delito: crear una agencia de noticias independiente Y disidente con el gobierno cubano.
Le condenaron por ser un mercenario al servicio de una potencia extranjera a nada menos que 26 años de cárcel. Pero Miguel no se ha arredrado. A pesar de estar enfermo (durante 7 meses no ha recibido ayuda médica), de sufrir una discapacidad por una mala operación, ha hecho huelgas de hambre y seguido denunciando la represión, aun dentro de la cárcel. Eso le ha acarreado problemas a él y a su familia. Pero no se ha dado por vencido.
¨Qué tiene que ver Miguel con nosotros? Pues mucho. Desde hace más de un año, como ya ocurrió con el sirio Michel Kilo, hoy también en libertad, los periodistas de Almería apadrinamos a Miguel. Hemos estado pendientes de su día a día, contactando incluso con sus amigos y su familia, denunciando su situación; recordándole; intentando en la sombra ayudar a lo que es ya una realidad: su excarcelación, gracias de las negociaciones entre la Iglesia Católica más bien el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega- y el gobierno de Raúl Castro, y que han permitido la liberación de más de una treintena de presos políticos.
Miguel, con alguno de sus familiares, viajará en unos días a España. Sabrá entonces que, a miles de kilómetros de la prisión de Guanajay, colegas, compañeros de profesión que nunca le han le leído, que no le conocían de nada han luchado por él. Y le han admirado por seguir siendo libre.
Ya les digo que este oficio, en ocasiones, te reconcilia con la vida.