La presidenta de la FAPE, Elsa González, ha visitado en varias ocasiones, la última en diciembre pasado, a Manu Leguine-
che en su casa de Brihuega.
La Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) quiere hacer público su gran dolor y tristeza por la muerte de Manu Leguineche, fallecido hoy en Madrid tras una larga enfermedad, y transmitir su pésame a sus familiares y sus múltiples amigos, entre los que esta Federación se honra en figurar.La capilla ardiente estará abierta desde las 18:30 horas de hoy, 22 de enero, hasta las 17:00 horas de mañana, 23, en la Sacramental del Tanatorio de San Isidro de Madrid.
Manuel Leguineche Bollar (Arrazua, Vizcaya, 28 de septiembre de 1941), Manu para cuantos lo conocían, ha sido periodista, escritor y reportero de guerra, y todo ello lo ha sido a lo grande, con tal carga de calidad, profesionalidad y humanidad que hará su recuerdo imborrable.
Inició su trayectoria profesional en el semanarioGran Vía, deBilbao. Con posterioridad, trabajó como corresponsal y enviado especial en el diarioEl Norte de Castilla–siendo su directorMiguel Delibes–, así como enTelevisión española. Ya desde muy joven destacó como reportero y ha sidotestigo de algunas de las crisis y conflictos bélicos más desgarradores del siglo XX(desde la revolución de Argelia, en 1961, hasta las guerras entre India y Pakistán, Vietnam, Líbano, Afganistán, Bangla Desh o la de Nicaragua). Su experiencia en estos conflictos está plasmada en numerosos libros. Fue tambiénfundador de las agencias de noticias Colpisa y Fax Press.
Entre sus numerosas obras, destacan ‘La ley del mus’ (1992), ‘Los años de la infamia: crónica de la II Guerra Mundial’ (1995), ‘Adiós, Hong-Kong’ (1996), ‘Annual, 1921’ (1997), ‘Yo pondré la guerra’ (1998), ‘Apocalipsis Mao: una visión de la nueva China’ (1999), ‘La felicidad de la tierra’ (1999), ‘Hotel Nirvana’ (2001), ‘Recordad Pearl Harbour’ (2001), ‘Gibraltar’ (2002), ‘Los ojos de la guerra’ (2002), ‘Madrid de menú’ (2002), ‘Madre Volga’ (Seix Barral, 2003), ‘El último explorador’ (Seix Barral, 2004), ‘El viaje prodigioso’ (2005) y ‘El club de los faltos de cariño’ (2007).
En su honor, la FAPE creó en 2010, junto con la Diputación Provincial de Guadalajara (provincia que le otorgó su medalla de oro y de la que era Hijo Adoptivo oficialmente y de corazón), el Premio Internacional “Manu Leguineche”, que buscareconocer la labor de los periodistas o medios de comunicación que destaqueno hayan destacado en ladefensa del ejercicio profesionalbasado en losprincipios constitucionales de la libertad de expresión e información, el rigor, el respeto a la verdad, la ética y deontología profesional y la pluralidad.
Este certamen, en el que colaboran la Federación Internacional de Periodistas y la Asociación de Periodistas Europeos, da especial importancia al periodismo de guerra y de viajes, y ha premiado hasta el momento el trabajo de Lydia Cacho y Javier Espinosa.
Leguineche recibió, en 2007, el Premio FAPE de Periodismo de manos de Pedro J. Ramírez, Iñaki Gabilondo y Antonio Mingote
Leguineche, que llevaba varios años retirado en su “Casa de los Gramáticos” de Brihuega, en plena Alcarria de Guadalajara, ha sido objeto de múltiples reconocimientos a lo largo de su trayectoria profesional. Entre otros, ha recibido el Premio Nacional de Periodismo, el Pluma de Oro,el Julio Camba, el Ortega y Gasset, la Medalla de la Orden del Mérito Constitucional, elJavier Bueno de la APM, el Rodríguez Santamaría -ahora Premio APM de Honor-, el de los Periodistas Vascoso el primero de losCirilo Rodríguez, que otorga la Asociación de la Prensa de Segovia en colaboración con esta Federación; cuenta también entre sus distinciones con el VI Premio FAPE de Periodismo, que recogió el 11 de diciembre de 2007, en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.
Por su parte, la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha hecho pública una nota en la que lamenta tan sensible pérdida y expresa sus más sentidas condolencias a la familia de Manu Leguineche, de quien dice que “con pocos medios y mucho entusiasmo, ha hecho a lo largo de su vida un buen periodismo, lo cual le ha convertido en un referente de calidad para profesionales de generaciones posteriores”.
Asimismo, han expresado su pésame otras asociaciones de periodistas, como Almería, Cádiz, Mérida, el País Vasco o Segovia, que le rindió un emocionado homenaje, en 2009, coincidiendo con la celebración del vigésimo quinto aniversario del premio de periodismo “Cirilo Rodríguez”, para corresponsales o enviados especiales en el extranjero, del que fue presidente del jurado, en varias ocasiones, aparte de que encabezaba la lista de galardonados, lo que hizo que muchos colegas de profesión le llamaran el “jefe de la tribu”. Este año, que se cumple el trigésimo aniversario del premio, la Asociación de Periodistas de Segovia rendirá un homenaje a Manu –que encabeza un documental elaborado para este premio- , coincidiendo con la entrega, el 30 de mayo. Además, le dedicará un recuerdo, el viernes próximo, con motivo de un acto de la fiesta del patrón de los periodistas, donde también se clamará por la libertad de los profesionales de la información secuestrados en Siria, entre quienes se encuentran los españoles Javier Espinosa y Marc Marginedas, premiado y finalista del “Cirilo Rodríguez”, y el fotógrafo Ricardo García Vilanova.
BRIHUEGA TRIBUTÓ UN EMOCIONADO ADIÓS A MANU LEGUINECHE
Brihuega tributó el pasado sábado un multitudinario y emocionado adiós a Manuel Leguineche, quien vivió muchos años en la localidad alcarreña y a escasos metros de la iglesia de la Virgen de la Peña, donde tuvo lugar el funeral. Al final de la ceremonia religiosa, la periodista de Antena 3 TV Sara Ballesteros leyó titulares de los recortes de prensa dedicados a Manu y destacó su siempre generosa disposición hacia los demás, especialmente los jóvenes periodistas.
El presidente del Consejo de la Información de Cataluña, Roger Jiménez, quien mantuvo una estrecha relación con Manu durante más de treinta años, glosó su figura humana, intelectual y profesional. Un periodista universal –dijo-, que amaba la sencillez y la proximidad, charlar junto a la lumbre con los amigos y una copa de buen vino en la mesa. “Manu no nos ha abandonado –dijo Roger Jiménez-. Nos deja un testamento de riqueza interior de un valor extraordinario. Sobrellevó la adversidad con enorme paciencia, estoicismo y buen humor, con la elegancia de un ´gentleman farmer´. A los del oficio les insistía siempre en la necesidad de decir la verdad, que no cambiaran su conciencia profesional por la conciencia empresarial.”
Las cenizas de Manu Leguineche se depositarán este miércoles, 29 de enero, en Guernica, en un acto que tendrá lugar a las 19:30 horas
QUERIDO MANU QUE YA ESTÁS EN LOS CIELOS DEL PERIODISMO, POR GERVASIO SÁNCHEZ, periodista y fotógrafo.
(Texto publicado en el blog “Los desastres de la guerra” de El Heraldo de Aragón)
Te visité hace una semana en el hospital de Madrid. Leí tu cuadro clínico de los últimos años. Apunte algunos términos. Por la noche busqué lo que significaba. Lloré, te lo digo de verdad, Manu, lloré, al sabercómo te has enfrentado al dolor y sus cicatrices. Con qué dignidad y fortaleza. En silencio, sin molestar a nadie.
Hasta hace tres años aún te dejabas querer en actos públicos. Nunca olvidaré el homenaje que te hicimos en Segovia durante la entrega del Cirilo Rodríguez al cumplirse el 25 aniversario del prestigioso premio.
También participaste en las primeras convocatorias del premio que lleva tu nombre. Tengo una foto en la que estás con Enrique Meneses, fallecido hace un año, junto a mi hijo Diego. Varias veces le han preguntado si esos dos caballeros que sonríen con picardía eran sus abuelos.
Hace una semana te estuve contando que el mundo sigue siendo tan violento como siempre. Que decenas de periodistas siguen secuestrados en Siria, entre ellos Javier Espinosa ganador del premio que lleva tu nombre. Por tu hermana Rosa, que te ha querido como pocas veces he visto, sé que has estado al tanto de todas estas noticias que nos han hecho pasar unas Navidades muy tristes.
Hasta que te conocí a finales de los ochenta en Santiago de Chile, tus libros y textos me acompañaron en muchos de mis viajes. Antes de apagar la luz, después de jornadas maratonianas documentando los desmanes de la historia, me sumergía en los relatos escritos por un humilde sabio que ha hecho del viaje “el camino más corto para conocerte a ti mismo”. Muchas veces me quedé dormido acunado por tus palabras.
“Llámame Manu, coño”, me dijiste el día que me dirigí a ti por primera vez con un “Señor Leguineche”. “No hace falta que te presentes. Sé quién eres porque te leo desde hace tiempo en Heraldo de Aragón”, me respondiste dejándome sin palabras.
El Dios de las pequeñas cosas del periodismo, galardonado con los principales premios, el hombre que se había convertido en la brújula de tantos recién licenciados, conocía a un joven informador que trabajaba para un diario de provincias.
“Recibo cada día Heraldo de Aragón y otros diarios regionales y los leo con devoción porque en ellos se publican las noticias de la agencia que dirijo y, además, son fuente inagotable de historias cotidianas y de gran periodismo”, me aclaraste a continuación.
Luego visité tu despacho en Fax Press y tu casa en Brihuega. Las mesas siempre estaban atestadas de periódicos desmenuzados. Las noticias y reportajes recortados yacían en unas grandes cajas, almacenes de ideas para tus siguientes libros, que aparecían regularmente repletos de citas gracias a esa exquisita curiosidad que has tenido desde que con poco más de veinte años diste tú primera vuelta al mundo.
Cuando te visitaba camino de Zaragoza siempre te encontraba inmerso en tu mundo de papel, escribiendo artículos para la agencia, corrigiendo las pruebas de tu último libro, preparando tus siguientes viajes. “Prepárate una copa y espérame en el jardín que ahora bajo”, me decías.
Hace unos años dormí en tu casa de Brihuega. Por la mañana me levanté y entré en tu despacho sin pedirte permiso porque estabas durmiendo. Ojeé tu mesa de trabajo. Había libretas con tus apuntes. Libros en diferentes idiomas, recuerdos de lejanos viajes, muchos recortes de periódicos y revistas atrasadas. Un extraño orden había sustituido la gracia de aquel desorden intencionado. Como si el mundo se hubiese detenido en aquella habitación el día que empezaste a ser perseguido por enfermedades interminables.
Todavía recuerdo la llamada que me hiciste unos días después de la muerte de Miguel Gil en Sierra Leona en mayo de 2000. Me animaste a que editásemos un libro en su homenaje y un año y medio después nacióLos Ojos de la guerra,un manual de periodismo escrito por 70 periodistas y un actor que 12 años después de su publicación siguen haciendo las delicias de las nuevas generaciones de reporteros. Conseguiste en muy poco tiempo que dos docenas de periodistas extranjeros muy famosos como John Pilger, Ryszard Kapucinski, Philp Knightley, Peter Maass, participasen con extraordinarios textos y donasen sus derechos de autor para la creación de un premio con el nombre de Miguel Gil.
“La gente me acusa de falta de ambición personal y no estoy de acuerdo. Hay otras maneras de demostrarla, aparte de ser director de un medio, tener un gran despacho y mandar mucho. Yo la canalicé viajando por el mundo y escribiendo libros”. Esta declaración de principios, que realizaste hace quince años, muestra con absoluta claridad a un hombre que nunca quiso mandar, quizá consciente de que el ordeno y mando te podía apear del cariño generalizado.
Pudiste dirigir Televisión Española, El País y decenas de diarios, revistas y agencias porque nunca te faltaron suculentas ofertas, pero preferiste refugiarte entre tus libros (“la patria del hombre se halla donde están sus libros”) y convertirte en uno de los escasos periodistas al que la inmensa mayoría respetaba, quería y premiaba.
Durante décadas muchos informadores españoles quisieron parecerse a ti, un “aldeano de Gernika”, como te gustaba definirte, a pesar de que siempre fuiste muy crítico con la profesión. “El periodismo de ahora es aséptico y desapasionado” comentabas hace quince años en otra entrevista.
En tu libroLa Tribu, un clásico del periodismo, machacabas en boca de uno de los protagonistas: “La profesión está como muerta, fosilizada, ha perdido la curiosidad y la pasión por la historia”.
En el mismo libro, repleto de situaciones en la que el periodista se comporta de forma inmoral y donde muchas veces la piedad “está ausente”, uno de los protagonistas se quejaba amargamente: “Te cambian la crónica o te la dejan en nada por un anuncio de bragas y sostenes”. Y otro remachaba a continuación: “¿Y hacia dónde vamos, en definitiva? Hacia la crisis total, hacia la extinción de periodismo escrito y la robotización de los periodistas. Las redacciones se han convertido en banco de datos, en centros de electrónica. El periodista es un burócrata, un cibernético, un apéndice del computador, con sus videodatos y sus pantallas que te dejan ciego poco a poco”.
En otra entrevista volviste a la carga: “Algunas redacciones parecen clínicas, los empresarios venden cubiertos y tazas y los periodistas están desorientados”.
Victoria Prego te llamó el eterno prófugo y Fernado Múgica, que te conoció en Vietnam, el reportero tranquilo. Hace muchos años cambiaste la aceleración de Madrid por el tiempo estancado de la Alcarria. Te refugiaste allí para cumplir tu deseo de soledad (“se nace solo y se muere solo”), aunque la puerta de tu casa nunca se cerró para el visitante que aparecía a las horas más intempestivas.
Yo me siento como un privilegiado hijo tuyo desde hace tres décadas y si diese clases en una facultad de periodismo o en un master aconsejaría a los alumnos que se dejasen de escuchar cantinelas insolventes sobre este oficio y se pusiesen a aprender de verdad desgranando cada uno de tus libros, que es resultado de las vivencias de un genio del periodismo con una memoria de elefante y de unincreíble domador de palabras.
Me han preguntado muchas veces quién es Manu Leguineche. Y siempre he respondido que es un periodista que ha actuado con independencia y dignidad, dos valores diariamente pisoteados en esta profesión. Un hombre que siempre ha creído que los periodistas deben vigilar al poder y no doblegarse ante sus intereses. Un hombre que prefirió nadar a contracorriente y renunciar a puestos suculentos antes que sentir coartados los principios en los que creía.
Querido Manu, que ya estás en los cielos del periodismo: me encantaría decirte que nuestro oficio sigue siendo el más valorado por la sociedad. Que el ciudadano medio sigue aplaudiendo a los periodistas por su capacidad crítica. Pero no es así. El cinismo y la hipocresía se han instalado en nuestra profesión para quedarse mucho tiempo. Al menos tú no has tenido que vivir este cambio de época y te has ido impoluto, con un curriculum impecable, amado y alabado por todos.
¡Cómo te envidio queridoamigo y maestro!
GRACIAS MANU, POR CARLOS SANZ, secretario general de la FAPE y ex presidente de la Asociación de la Prensa de Guadalajara
Conocí por primera vez a Manu Leguineche hace ya unos cuantos años al poco de instalarse en tierras de Guadalajara, concretamente en el pueblo de Torija, donde vivió un tiempo, y fue en su calidad de jurado de un premio de fotoperiodismo de la Asociación de la Prensa de Guadalajara. Manu llegó puntual a la reunión y fue uno más, simplemente uno más, pero todos los que estábamos allí sabíamos que era el más grande y por eso nos impactó de manera muy especial su actitud humilde, sencilla, tan cercana, de compañero de faena.
Así era, y así ha sido siempre, Manu Leguineche, el periodista maestro, referente de la profesión durante décadas, un compañero y un amigo entrañable dispuesto a prestar todos sus conocimientos y a colaborar con nuestra Asociación de la manera más sencilla y desinteresada posible, simplemente para apoyar nuestras actividades y a sus compañeros de profesión que le veíamos en la lejanía como un “gurú” del periodismo, pero que desde entonces asistimos asombrados y admirados a su comportamiento ejemplar.
Por eso, y por otras muchas cosas, siempre te tenido el convencimiento pleno de que a Manu Leguineche le hemos querido todos los periodistas como nunca se ha podido querer a nadie, a ningún otro compañero. Y he sentido esa sensación con todas las personas que alguna vez han estado con él, periodistas o no, escritores o políticos, vecinos y conciudadanos. Lejos de las hipocresías humanas y de las obligadas formas que se imponen a veces, a Manu le queremos de corazón, porque él se ha dejado querer siempre por su modo de ser, por cómo ha compartido su vida, por cómo se ha dado a los demás durante su vida profesional y después en su vida particular, era imposible no quererle de corazón.
Charlar con Manu, compartir sus vivencias, disfrutar con su compañía ha sido realmente una experiencia inolvidable para quienes hemos tenido esa suerte. En su casa de Brihuega (La Alcarria, Guadalajara) siempre estaba la puerta abierta para todos los periodistas, sobre todo para los jóvenes que iban en busca de consejo y del verdadero periodismo, y él siempre estaba allí esperando, dispuesto a ser uno más, a compartir sus conocimientos con la idea de ayudarles a salir adelante, a ofrecerles la mejor botella de vino para pasar el mejor rato de su vida, a apoyar a las asociaciones de la prensa y a colaborar con la FAPE siempre y en todo, y por supuesto a cambio de nada. Sí, a cambio de nada, tan solo de un abrazo y una sonrisa, el mismo abrazo y la misma sonrisa que siempre nos ofrecía él.
Nada puedo decir del Manu periodista que no se haya dicho ya por amigos y compañeros de profesión que compartieron con él experiencias de todo tipo y en todo el mundo, así como sus aventuras empresariales en el ámbito de la comunicación. Admirado y respetado por su modo de ejercer la profesión desde la independencia más absoluta y el compromiso con la verdad como no he conocido ningún otro caso -por eso siempre rechazó cargos de primera línea en las redacciones de los mejores periódicos- ahora prefiero quedarme con ese amigo periodista que un buen día decidió ser un guadalajareño más y homenajearnos a todos con su amistad y cariño.