Los malos tiempos por los que atraviesa gran parte del sector de los medios de comunicación, con especial incidencia en la prensa escrita, han agudizado comportamientos rechazables e intolerables que tocan a la dignidad de la persona y, desde luego, no contribuyen a la construcción de una debida calidad de información, a la que tiene derecho la sociedad.
Una crisis no justifica todo y menos que se trate de jugar con la desesperación de aquellos jóvenes que no encuentran empleo, después de adquirir una completa formación, y sólo vean una salvación en la primera oferta, por si acaso mejora la cosa en el futuro. Los ataques premeditados se suelen perpetrar por los puntos más débiles, como bien saben los expertos en estrategia.
Esta figura laboral, mal llamada becarios, en un buen número de ocasiones, está siendo utilizada de forma perversa por muchas compañías y con el exclusivo fin de favorecer sus cuentas de resultados. No hay prácticas reales, ni respeto a los más elementales derechos, sino mano de obra barata, por los suelos, bajo la justificación de que “se trata de que aprendan”.
Pero el mal no acaba aquí, en sueldos –propinas- de miseria con horarios fijos y puestos estructurales donde becarios terminan siendo jefes de otros becarios, sino que la falta de escrúpulos está ocupando las redacciones de mano de obra barata y despidiendo a aquellos que con su experiencia y buen hacer conformaban la memoria histórica de sus entornos, una carga de conocimiento imprescindible para el ejercicio de una profesión que, para encontrar la verdad, debe analizar la realidad presente, pero también la pasada. Ni jóvenes ni veteranos salen beneficiados de esta praxis ausente de ética y, desgraciadamente, cada vez más generalizada.
Se han perdido las formas, también en cuanto al trato humano, desalojando de las redacciones a quien ha dado su vida por la profesión en el medio sólo con la fría letra de la legislación laboral, a razón de 20 días… Es verdad que estamos en tiempos donde se ve de todo, donde hay que acudir al rescate de los bancos/cajas una vez que los directivos se han ido a casa con retiros de oro, millonarios en euros, pero eso no es justificación para que se contagie esta indigna actuación.
Evidentemente no es lo mismo un periodo estival de prácticas que -y lo van a leer bien- obligar a alguien a dejar alguna asignatura o a matricularse en algún máster para poder seguir siendo becario; hacer turnos de noche, sin pluses; cobrar 400 euros en puestos que, evidentemente, no son para aprendizaje, o participar en programas universitarios “tapadera” para que se mantenga la condición de becario mientras se trabaja en empresas, incluso participadas por la Administración.
Y paradojas. Se ofrecen empleos a recién licenciados que, al menos, deben demostrar una experiencia mínima de tres años, lo que les obliga directamente a engrosar las filas de los maltratados becarios o a acudir a las ofertas oficiales de formación que, por otra parte, ya no se adaptan a la realidad del perfil de los jóvenes españoles porque su nivel es mayor que los programas de los cursos gratuitos que se promueven desde la Administración y las fuerzas sociales.
Debemos llamar a las cosas por su nombre, sin eufemismos, expresarnos con claridad y poner en el escaparate los casos más flagrantes, lógicamente por quien se sienta perjudicado y, voluntariamente, quiera manifestarlo. Un periodista no es un becario, se entiende que ya realizó prácticas antes de licenciarse. Becarios, lo justo, en el tiempo, y también en su acepción de que sean tratados con honestidad y ecuanimidad.
#nobecariovitalicio
Aurelio Martín